martes, 25 de octubre de 2011
Martes, 25 de Octubre del 2011
Hace poco, leí que con 50 años habremos conocido a lo largo de nuestra
vida a unas veinte mil personas. Haciendo una regla de tres, obtuve que
un joven de 17 años, habría conocido aproximadamente a 6800 personas.
Pongamos, que la mitad de esas personas, es decir 3400, son hombres, y
la otra mitad, mujeres. Y supongamos que de esos 3400, solo un tercio
están dentro del margen de edad en el que se incluyen todas las personas
con las que podríamos tener una relación. Es decir, descartamos dos
tercios, donde se encontrarían personas de las que nunca podríamos
enamorarnos (familiares cercanos, ancianos…). Nos queda el siguiente
número: 1133’3333… pero redondeando, pongamos unas mil. De todas esas
personas, nos enamoraremos de una sola… estamos hablando de 1/1000. Y a
su vez, esa persona, se enamorará de una sola entre 1000. De esta
manera, la probabilidad de que la persona de la que uno se enamora sea
precisamente la persona que se enamora de uno, es según las matemáticas
1/1000 x 1/1000, lo que es igual a una posibilidad entre 1.000.000. Así
que, si se diera esa improbable situación de poder estar con la persona
que quieres, si el destino ignorase 999.999 otras opciones y convirtiera
esa probabilidad que había entre un millón, en un hecho, en una
realidad… ¿qué sentido tendría no aprovecharla? ¿qué más da lo que venga
luego? ¿qué importa lo complicadas que sean las circunstancias? Si lo
más difícil, lo que tenía una posibilidad entre un millón de ocurrir, ya
ha ocurrido.
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Mi vida es mía y de nadie más
¿Quién ha dicho
que no puedo?, si quiero ahora mismo pongo mi canción favorita, tan alta como se pueda y empiezo a cantarla a gritos si eso me hace feliz, ahora mismo puedo desenamorarme, llamar a cualquier chico que conozca y finjir estar enamorada de él, ¿Quién me lo impide?, puedo comerme ahora una enorme tarrina de helado de chocolate y no sentirme culpable, fumarme uno tras otro los cigarros que quedan en mi cajetilla, puedo quedarme despierta hasta las cinco de la mañana si me apetece, ¿Quién va a ser capaz de juzgarme?, puedo ponerme un vestido más corto de lo permitido y parecer una princesa, y bailar claqué en una calle alborotada de gente, sin música, sin saber bailar, sin importarme quién me mire, puedo ir a un parque sólo para sentir que vuelo en los columpios, para volver a mi infacia tan solo unos segundos, o ir al cine sólo para estar en la oscuridad y no sentirme sola, quedar con diez chicos a la misma hora y dejarlos a todos plantados por dar un paseo con mi perro, ¿Quién ha dicho que eso no es normal?, sinceramente prefiero hacer cosas fuera de lo normal, porque la palabra normal suena aburrida, ¿Quién ha dicho que no soy libre?, ¿Quién?, ¿Quién ha dicho que no puedo?
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